Se despidió en Tribunal y empezó el duro trabajo de bajar los millones de escalones que la permitirían llegar hasta la línea 10. Eran aproximadamente las 6 de la tarde y estaba impaciente. Podía ser una de las tardes más maravillosas de su vida y estaba ciertamente entusiasmada. Le parecía que el tiempo pasaba excesivamente lento, las paradas eran eternas y ni siquiera sabía si él estaría esperando.
El desembarco lo hizo con toda la calma de la que fue capaz. Y ahí estaba él, apoyado en la pared, pantalones caídos, vans desgastadas, sudadera ancha y mirada baja. Sonrisas y abrazos entrecortados, vergonzosos amantes paseando bajo la lluvia. Puede ser hasta poético.
Largas horas caminando entre risas y miradas. Un escenario con una bonita batería, testigo del deseo de dos inquietas almas encapuchadas, deseosas de ofrecer más y más. Despedidas llenas de pegas y besos. Un ticket que se abre paso y la deja marchar. Alguien que la observa y nota su corazón latir.
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