Y entre beso y beso, un pequeño acorde. Y entre risas y sonrisas, una mirada. Y un leve punteo suena de fondo mientras me miras y me haces sonrojar. Después llegan las canciones tocadas a piano, donde tocas pero no cantas, dices que no cantas bien, aunque tocar desde luego que sí.
Mientras tú tocas, yo cierro los ojos y disfruto, tú sonríes al verme feliz. Y las manillas del reloj se mueven, rápido. Demasiado rápido. Y no queremos mirarlo. Ambos sabemos que cuando llegue la hora yo me tendré que ir. Como siempre me acompañarás a la estación, me sonreirás con nostalgia en la mirada y me besarás dulcemente, deseándome buen viaje y con la esperanza de vernos pronto. Y yo te miraré, sonreiré, y me alejaré dejando atrás lo que más quiero en este mundo. A ti.
Después llegarán las noches, noches llenas de llamadas y susurros, llenas de te quieros y dulces palabras, llenas de mensajes absurdos que hacen que te quiera más. Y por la mañana los dos tendremos sueño, legañas de amor despuntarán en nuestros ojos, y las ojeras cada día serán más grandes. Pero sólo hasta que llegue ese nuevo día en que vuelva a ti y todo comience de nuevo. Y algún día, no muy lejano, dormiré allí, contigo. Las ojeras desaparecerán y juntos empezaremos a construir nuestro mundo lleno de acordes y sonrisas. Lleno de miradas y deseos.