Llevo cerca de quince minutos mirando la pantalla del ordenador y pensando en qué decir, o más bien, qué escribir. De fondo, The Kooks es lo único que parece dar cierta armonía a esto a lo que llamaré habitación. Y para rematar, estoy sentada sobre una cama que seguramente esté, como diría mi hermano, a cero coma de romperse.
Llevo tiempo queriendo escribir algo, pero me he dado cuenta de que ya no tengo nada que decir. Nada que objetar. Ni siquiera nada por lo que quejarme. Ya no sé si es indiferencia o desgana.
En fin. Para variar, diré que odio los domingos por la tarde.