LUNES.

Es lunes. Una bella tarde de noviembre ha desfilado delante de mí sin detenerse mientras un amable arregla-radiadores ha sacado la acumulación excesiva de aire del mío y mi cuarto ha dejado de ser (por fin) como el polo norte. Leves gotas de lluvia invernal han ensuciado mi ventana mientras los apuntes me miraban desdeñosos desde la mesa. Pero Spotify no dejaba de sonar, y el día tan despreciable que he tenido hoy no ha ayudado nada a tener la motivación necesaria para enfrentarme a ellos.

Así que nos presentamos a las diez menos cuarto de la noche, con ganas de que el mundo termine por hoy y con el conocimiento de que mañana tendré que encerrarme cual murciélago en su cueva y estudiar matemáticas hasta que mis neuronas se atrofien y me quede en estado vegetal de por vida.

En definitiva, hoy, mañana, y por lo que mis conocimientos me han confirmado, hasta que termine Noviembre seré una simple sombra estresada con ganas de que los días pasen sin dejar rastro. No tengo tiempo de ver la luz del sol. Descansen señores, háganlo ustedes que pueden.